El Libro de las Sombras | Otros Secretos | Clarividencia

La clarividencia acude a diferentes personas de diversas maneras. A veces viene de un modo natural pero puede ser inducida de diversas formas. La meditación profunda y prolongada puede ser suficiente pero solo para los dotados y, habitualmente, es necesario además un largo ayuno. Antiguamente los monjes y monjas obtenían la clarividencia a través de largas vigilias combinadas con el ayuno y la flagelación (hasta que salía sangre). Otras mortificaciones de la carne también originaban visiones.

En Oriente las personas se infligían diferentes tormentos sentados en posiciones que retardaban el flujo sanguíneo. Largas y continuadas, estas torturas daban buenos resultados.
El Arte nos enseña métodos más cómodos que consisten en intensificar la imaginación controlando la circulación sanguínea y la mejor manera de llegar a ello es mediante el uso de rituales.
El incienso es bueno para apaciguar los espíritus, él induce a la relajación y ayuda a crear una atmósfera propicia para la sugestión. La mirra, la goma, las raíces de ruda aromática, la corteza de canela, el musc, la ginebra, el sándalo y el ámbar gris son válidos, pero el incienso de patchouli es el más eficaz.
Tras la formación del círculo, cuando todo ha sido correctamente dispuesto, el aspirante (antes ha atado y conducido a su tutor al interior del círculo) debe invocar a los espíritus apropiados para la operación; danzar en círculos hasta la extenuación invocando y anunciando el objeto de sus trabajos. Al final debe usar el látigo.
Cuando esto se ha hecho, el tutor a su vez ha de atar al aspirante lo suficientemente apretado para retardar ligeramente la sangre sin causar molestia. Ellos danzan aún una vez más.
Ante el altar el tutor flagela a su pupilo con golpes ligeros, constantes y monótonos. Es importante que el pupilo prevenga los golpes de modo que se acostumbre solo a un dolor fugitivo y acentúe la imaginación. Es importante que los golpes sean ligeros pues el fin no es otro que el de aumentar el flujo sanguíneo sobre la espalda para disminuir el de la cabeza. Combinado con ataduras ligeras esto ralentiza la circulación e induce a un estupor somnoliento. El tutor debe permanecer atento, en el momento en que el aspirante se queje o se duerma el debe cesar la flagelación. Debe también vigilar que el pupilo no se enfríe; si el pupilo lucha o parece preocupado es necesario despertarlo al instante.
No pierdas los ánimos si los resultados no vienen con la primera experiencia. Los efectos se evidencian habitualmente tras dos o tres ensayos, y luego se manifiestan con mayor rapidez. En poco tiempo el ritual podrá ser acortado pero no hay que olvidar jamás invocar a la Diosa o formar el círculo. Para mejores resultados es preferible “ritualizar” mucho las primeras veces.
Se ha constatado que esta práctica crea lazos afectivos entre el aspirante y el tutor y, de ser así, esto facilita los resultados. Si por cualquier motivo no se desea que un tal afecto nazca puede ser evitado. Des del principio ambas partes se pondrán de acuerdo respecto a la naturaleza fraternal o parental de este afecto.
Recuerda que es necesario evocar el círculo correctamente para evitar la dispersión del poder generado. El círculo es también una barrera contra todas las fuerzas molestas o malvadas, y para obtener buenos resultados debes liberarte de todas las perturbaciones. Recuerda que la oscuridad, la llama de las velas, el incienso y el movimiento regular del látigo no son efectos de escena. Éstos son los instrumentos mecánicos para estimular la sugestión, la cual abre las puertas del éxtasis, concede el conocimiento y permite la comunión con la Diosa. Una vez has llegado, el ritual se convierte en algo inútil, ya que mantienes el éxtasis a voluntad. Pero el ritual, hasta llegar a este punto o cuando decidas guiar a un compañero hasta la beatitud, sigue siendo el mejor de los métodos.